BERTOLT
BRECHT
ESCRITOR ALEMÁN
Producción
de Latitud Periódico
26
de enero del 2014
Bertolt
Brecht, escritor alemán, nacido en Augsburgo en el año
1898. Desde muy pequeño sintió apego por las letras
y publicó su primera obra cuyo título era "Baal"
cuando tenía 20 años.

Se
comenta que fue un joven sumamente rebelde, opuesto a las ideas
de la casa paterna y dispuesto a vivir a su manera, dejándose
atraer por lo extravagante y viviendo intensamente cada segundo,
así lo afirmaba.
Posiblemente
esta forma de vivir fue la responsable de que buscara en el
arte la forma de entender la realidad, viendo la literatura
como una herramienta para conseguir un cambio en su entorno.
Durante
la I Guerra Mundial y a causa de sus ideas marxistas, Brecht
fue obligado a exiliarse y vivió en Rusia, Estados Unidos,
Suiza y Finlandia. De esta época datan gran parte de
sus obras, tales como "Tambores en la noche", "
Pero en la fría noche" y "Galileo"; la
mayoría de ellas, con un tono político rebelde
y social.
Brecht
falleció en agosto de 1956 en Berlín y es recordado
como uno de los poetas y dramaturgos más influyentes
del siglo XX, creador del teatro épico y autor de una
poesía cristalina y viva, gracias a la cual ha logrado
trascender y convertirse en una lectura indispensable para aquellos
amantes del teatro y sobre todo de la poesía social.
Es
recordado por sus obras "La ópera de tres centavos",
"Madre coraje" o "Galileo", y por su concepto
de "teatro épico" donde propone crear una distancia
entre el espectador y la obra, para que pueda juzgarla críticamente.
ELOGIO
A LA DUDA
¡Alabada
sea la duda! Os lo aconsejo:
Saludadme con afable respeto
A quien pondere vuestra palabra como a falsa moneda.
Que yo os querría avisados, y que no dierais
Vuestra palabra por descontada.
Antes
de continuar con toda la obra, incorporamos otra forma que aparece
el primer verso:
LOA
A LA DUDA
Loada
sea la duda! Os aconsejo que saludéis
serenamente y con respeto
a aquel que pesa vuestra palabra como una moneda falsa.
Quisiera que fueseis avisados y no dierais
vuestra palabra demasiado confiadamente.
Leed la historia, y ved
Los invulnerables ejércitos en descompuesta fuga.
Por doquiera
Se desploman indestructibles fortalezas, y
De aquella Armada Invencible que partió
Con un sinnúmero de naves,
Contadas regresaron.
Hete aquí que un día coronó un hombre
Una cima inaccesible
Y un barco alcanzó el confín
Del mar infinito.
¡Hermoso gesto, sacudir la cabeza
Ante la indiscutible verdad!
¡Qué valiente, el médico
Que cura al enfermo desahuciado!
Pero la más hermosa de todas las dudas,
La de los exánimes, la de los desesperados
Que levantan cabeza
Y dejan de creer
En la fuerza de sus opresores.
¡Ah, cuánta brega pugnaz, hasta sentar el principio!
¡La de sacrificios que costó!
Que es así, y no de tal otra manera,
¡Qué difícil resultó llegar a verlo!
Con un suspiro de alivio lo escribió un humano un día
En el libro de registros del saber.
Tal vez siga allí escrito mucho tiempo y muchas generaciones
Vivan con él y lo vean como sabiduría eterna
Y desprecien los enterados a quienquiera lo desconozca.
Y entonces podría darse que surgiera un recelo, pues
nuevas experiencias
Hacen sospechoso el principio, y se despierta la duda.
Y que otro día, por cautela, tachara otro humano el principio
En el libro de registros del saber.
Asediado por un rugir de órdenes, inspeccionado
En su virtud, examinado por barbiluengos doctores,
Conminado por seres radiantes munidos de áureos distintivos,
Intimado por solemnes Papas a golpe de libro escrito por el
propio Dios, instruido
Por impacientes maestros: así se halla el pobre, que
ha de oírse
Que el mundo es el mejor de los mundos, y que la gotera
De su cuartucho por Dios mismo ha sido ideada.
Lo tiene realmente difícil
Para dudar de este mundo.
Anegado en sudor, construye el hombre la casa
En la que no habrá de vivir.
Pero también suda a mares quien construye
Su propia casa
Los irreflexivos nunca dudan.
Su digestión es brillante, su juicio, infalible.
No creen en los hechos; sólo se creen a sí propios.
Si preciso es,
Los hechos deben creerles a ellos.
Su paciencia consigo mismos
Es ilimitada; a los argumentos,
Prestan oídos de espía.
Frente a los irreflexivos, que nunca dudan,
Están los meditabundos,
Que nunca actúan.
No dudan para venir a la decisión, sino
Para desertar de la decisión. De la cabeza
Se sirven sólo para sacudirla. Tan seriecitos
Advertirán de los peligros del agua
A los pasajeros del barco que se hunde.
Bajo el hacha del asesino,
Se preguntarán si no es también él un ser
humano.
Se van a la cama mascullando
Que la cosa no está aún cabalmente pensada.
Su acción consiste en vacilar.
Su sentencia favorita: no está listo para sentencia.
Cuando alabéis la duda –ni que decir tiene—,
No la confundáis con la
Irresolución sin esperanza.
¿De qué le vale dudar
A quien no puede decidirse?
Quien con razones insuficientes se conforma
Puede equivocarse en la acción;
Inerme siempre ante el peligro queda
Quien demasiadas necesita.
Y tú que eres dirigente, no olvides
Que lo eres porque antes dudaste de los dirigentes.
¡Permite, pues, a los dirigidos
Dudar!
FUENTES: varias.
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